OBSERVACIONES DESDE EL PUPITRE
REVALIDACIÓN TÍTULOS PROFESIONALES
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Invitado por profesionales de la salud que llevan años intentando revalidar sus títulos en la Escuela de Tecnología Médica de la Universidad de Chile, nuestro Director Ejecutivo, Diego Jazanovich, asistió el mes pasado a una reunión organizada por la misma escuela para quienes aspiran a revalidar sus títulos extranjeros por el equivalente en Tecnología Médica. Acá nos cuenta su experiencia.
POR EL PACIENTE INGLÉS 01 OCTUBRE 2017
A principios de septiembre, un grupo revalidantes me invitaron a asistir a una reunión. Son diversos profesionales de la salud que llevan tiempo tratando de revalidar sus títulos extranjeros en Chile. Se titularon en bacteriología y laboratorio clínico, bioanálisis, tecnología de la salud, biomedicina —entre otras— y algunos hasta tienen estudios de postgrado en virología, educación superior y biología de la reproducción, pero en Chile todas estas carreras deben ser revalidadas por un proceso centrado en una sola institución y bajo una sola carrera: Tecnología Médica. Llegué a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile en Independencia a primera hora de la tarde para juntarme con algunas personas antes de la reunión, que ellos, al igual que otros tantos compañeros, habían solicitado. Varios me comentaron que la reunión iba a ser supuestamente el día anterior, pero que a última hora la universidad la había cambiado para el día de hoy. Una de esas personas tuvo que cambiar su billete de avión para poder estar presente porque vive muy lejos de Santiago. Me sorprendió no sorprenderme de esto. Seguí escuchando. Me explicaban los motivos principales de la reunión programada: primero, conversar con las autoridades encargadas del proceso de revalidación de la Escuela de Tecnología Médica acerca de varios puntos, que por lo que iba descubriendo, irritaban desde hace largo tiempo a los actuales postulantes del proceso; y segundo, recibir la retroalimentación correspondiente al reciente examen que habían realizado este año en el mes de julio. Me contaban que no les avisaban con tiempo suficiente antes de sus exámenes, que les cambiaban los contenidos sin previo aviso, que no les enviaban los temarios actualizados y largos etcéteras. Trabajan por mientras en lo que pueden. Algunos han conseguido trabajo en algo vinculado al área de la salud, pero son muchos los que han debido agarrar lo que venga para ganarse la vida, ya sea atendiendo mesas en una cafetería, o atendiendo llamadas telefónicas, o atendiendo al público en un carro de comida rápida. Me preguntaba, ¿cuándo podrían estos profesionales nuevamente atender las necesidades de pacientes en el área de la salud? Escuchaba sus historias y sus frustraciones, y era imposible no percatarse del parentesco entre este proceso de revalidación y el que muchos otros odontólogos y yo habíamos tenido que atravesar en otra facultad de la misma institución.
Estaban citados a las 15:00 horas para hablar con la directora de la Escuela de Tecnología Médica, y según se les había informado, después de dicha reunión con ella, recibirían la retroalimentación de sus recientes exámenes teóricos. El proceso de revalidación de Tecnología Médica tiene un costo de 20 UTM —que al cambio de hoy vienen a ser unos $1.500 USD— y consiste en un examen teórico de 5 asignaturas y 5 exámenes prácticos. Los postulantes, por reglamento, tienen 3 oportunidades para aprobar cualquiera de las pruebas. Eso sí, deben aprobar las 5 asignaturas teóricas para poder avanzar en su proceso y poder rendir todos los exámenes prácticos. Si uno reprueba 3 veces, entonces debe abandonar el proceso de revalidación, ir a Prorrectoría a retirar todos sus papeles y, desde ese momento, esperar un año entero para poder volver a presentar todos los antecedentes nuevamente y comenzar un nuevo proceso de revalidación donde no importa si aprobaste 9 de los 10 exámenes en el anterior intento porque debes volver a empezar de cero. Sentado allí en la cafetería, oyendo todas estas historias de un proceso ajeno al que yo atravesé en odontología, pero cuyas similitudes en las cuestionables formas del mismo resonaban en mi mente, toda esta situación comenzaba a oler muy mal.
Se acercaba la hora de la reunión y salimos de la cafetería. Caminamos por el inmenso edificio de la facultad hasta llegar a la Escuela de Tecnología Médica donde nos instalaron en un aula del último piso. Me senté en uno de los pupitres de más atrás. Me sentía un poco intruso, un poco espía. Era imposible no recordar los momentos que yo mismo había vivido como revalidante, en situaciones similares, sentado y aguardando la llegada de las autoridades para alguna de las innumerables reuniones a las que en su momento asistí. Conté una veintena de revalidantes allí presentes, aunque me comentaron que otras personas que también habían hecho el examen en julio no habían venido, por tanto desconocía exactamente cuántos habrían dado las pruebas teóricas. Por lo que me contaron fueron alrededor de treinta, y al parecer, sólo dos personas consiguieron aprobar las cinco asignaturas y pasar a la fase de exámenes prácticos.
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Dieron las 15:00 horas y fue entrando la comitiva docente pero sin la directora. Ahí llegó el primer cambio de planes: nos comunicaron que la directora se encontraba en una reunión muy importante por lo que, sin aviso previo, el orden de la reunión había sido alterado. Nos dijeron que ella llegaría en otra hora y media más. Muchos revalidantes venían, primeramente, para hablar con la directora de la carrera. Podía ver la molestia en las caras de los revalidantes frente a otro cambio más de última hora en sus interminables procesos de revalidación. La docilidad de los revalidantes era palpable frente a un cambio que, al menos para mí, afectaba mis planes para el resto de la tarde. Nadie decía nada y acataban sin protestar. Ante tanta impotencia y, peor aún, la perspectiva de tener que aguantarme 90 minutos de feedback antes que apareciera la autoridad máxima de la escuela, no puede quedarme callado y pregunté por qué se había cambiado el orden de la reunión sin previo aviso. No recuerdo la respuesta exacta, pero revelaba resistencia a cambiar el nuevo orden establecido. Le expliqué a la docente en cuestión que yo no era revalidante y que había sido invitado, bajo la premisa que la directora estaría allí a las 15:00 horas, señalando que tenía además otros compromisos esa misma tarde. Insistí. Finalmente, tras unos diez minutos de espera, la directora apareció y comenzó la reunión.
Escuché atentamente durante un buen rato. Era como estar en medio de un partido de tenis, donde cada peloteo de declaraciones por parte de los revalidantes era devuelto con un firme raquetazo de defensa corporativa. Desde donde yo observaba, me daba la sensación que los reclamos no iban a ser aceptados por el ente organizador, y menos aún, ser reconocidos con la debida responsabilidad. Esta película ya la había visto antes. Sí, con distintos actores pero el guión y la producción eran los mismos. Finalmente levanté la mano y me presenté. Algunas de las profesoras me dieron a entender que sabían quien era. De hecho, una de ellas preguntó si no me habría visto en la nota de algún diario nacional. Saludé a la directora y el resto del profesorado presente y resumí mi curriculum e historia como revalidante. La directora se molestó bastante con mi presencia allí. Parecía incómoda y dejó claro que ella hubiera preferido que se le notificara mi asistencia para haber podido contar con otras autoridades de la universidad —incluido algún miembro del departamento legal, agregó. Me sentí muy halagado pero no creí que fuera para tanto como para convocar a los abogados, por ahora. Además, teniendo ya un título profesional revalidado en esa misma universidad estatal, le expliqué que creía estar en mi derecho de poder asistir libremente, especialmente cuando había sido invitado por un grupo de revalidantes de la misma institución. ¿Por qué estaría la directora tan molesta de que uno fuera a la reunión sin avisar? Eso sí, ella tampoco avisó de antemano que no estaría a la hora acordada para esa misma reunión. Qué bueno que le molestara mi visita, porque a las veintitantas personas en ese aula, que llevan años tratando de aprobar los exámenes que formula, organiza y ejecuta esa misma Escuela de Tecnología Médica, también les molesta que no se respeten sus derechos, que les avisen 15 días antes de los exámenes y un sinfín de vulneraciones que logran, al final, un proceso oscuro, injusto y de mala calidad. El tono defensivo, con el que había comenzado esta reunión, empezó justamente en este momento a aflojarse y la directora se mostró un poco más receptiva a las peticiones que se le estaban haciendo. A fin de cuentas, lo que los revalidantes estaban pidiendo no era algo de otro mundo. ¿Cuesta tanto organizar las fechas de los exámenes por adelantado? ¿Por qué a cualquier estudiante de esa misma universidad se le avisa semestral o anualmente de cada actividad, prueba y examen mediante un plan de estudios, pero no a quienes pagan por revalidar sus títulos extranjeros en esa misma casa de estudios? Habrá quienes opinen lo contrario, pero que le avisen a uno 15 días antes de un examen no es solamente una falta de respeto y una burla, es poner a ese postulante en una situación de desventaja. Y por lo que iba escuchando en la reunión, muchos de ellos terminaban por asistir y someterse a dar sus exámenes, con poca anticipación, para no prolongar más el largo sendero de la revalidación en Chile. Con escaso tiempo para preparar un examen bastante complejo, no sorprende la alta tasa de reprobación. Seguramente habrá quienes se encogerán de hombros y dirán que eso es problema del revalidante por haberse sometido al proceso. ¿Acaso no debería la entidad responsable remediar estas irregularidades para quienes han sido víctimas de un proceder injusto puedan volver a dar todas las oportunidades de sus exámenes bajo condiciones justas y con el debido respeto del reglamento? La Facultad de Odontología tuvo que revisar y recompensar a bastantes postulantes por su mala gestión del proceso de revalidación de odontólogos titulados en el extranjero. Pero acá, la directora no se comprometió a nada. Dijo a los revalidantes que la Escuela de Tecnología Médica depende de las normas internas de la Facultad de Medicina, y sugirió a los postulantes que habían ya agotado sus 3 oportunidades para dar el examen, que enviasen una carta de gracia al decano de la facultad solicitando una oportunidad más para dar el examen. ¿Entendí bien? Traducción: la Escuela de Tecnología Médica comete irregularidades, vulnerando el reglamento de revalidación de la Universidad de Chile, pero es el revalidante quien tiene que ir a mendigarle al decano de la Facultad de Medicina una última oportunidad mediante una carta, que además debe ser entregada en persona. Que te traten así es humillante, aunque estoy seguro que el decano habrá recibido unas cuantas cartas de gracia al día de hoy y actualmente desconozco qué habrá respondido.
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Otro de los problemas que habían tenido los revalidantes en la Escuela de Tecnología Médica era que el temario había sido modificado y que ellos no recibían copia, o no eran informados de los cambios. Soy testigo que el problema de la falta de comunicación en los procesos de revalidación no es sólo propia de esta escuela. Por un lado, la Escuela de Tecnología Médica exigía a cada postulante acudir personalmente a retirar su programa de estudios y requería que cada postulante firmara haber recibido el temario conforme. ¿En persona? ¿En qué siglo vivimos? ¿No sería menos burocrático si la Escuela de Tecnología Médica se comprometiera a poner toda la información relevante en una página web y, a su vez, cada revalidante se comprometiera —firmando incluso un documento de compromiso— a que sea responsabilidad suya revisar dicha página para estar al tanto de cualquier cambio? Así, la universidad pondría a disposición toda la información (fechas, normas, costos, temario, etc.) y los revalidantes no tendrían que ir presencialmente a retirar el temario, o no recibir las notificaciones para las fechas de examen —que tampoco pueden continuar haciéndose ni 15 ni 30 días antes, y que en mi opinión deben ser calendarizados anualmente. Sugerí esto como ejemplo de una de las tantas pequeñas cosas que son posibles con un poco de buena voluntad. Más tarde, intentaría buscar información detallada sobre el proceso de revalidación de Tecnología Médica, incluyendo calendario de exámenes, normas, estructura de los exámenes y temario, pero no podría. Esa información no se encuentra actualmente ni en la página web de la Escuela de Tecnología Médica, ni de la Facultad de Medicina, ni de la Universidad de Chile.
La reunión con la directora finalizó y aunque tendría que haberme ido, cancelé las clases que tenía programadas para el resto de esa tarde para quedarme a ver cómo se llevaba a cabo una sesión de feedback del examen teórico de revalidación de la Escuela de Tecnología Médica. Nuevamente, más de lo mismo. ¿De qué sirve que te cuenten cuántas personas contestaron bien o mal tal o cual pregunta, si no te muestran la pregunta en cuestión? Porque eso es exactamente el proceso de retroalimentación que te sirven. Ahí, sentado en mi pupitre, veía cómo proyectaban, tema por tema, gráficas del número de personas que habían contestado bien, o mal, cada pregunta. ¿Cómo puede uno aprender en qué falló si no se muestra la pregunta? Escuché más de una vez esa tarde, y por diferentes docentes, que el problema era que “ustedes no leen bien las preguntas”. ¿Habrán tenido ellos que someterse a algún examen en su vida donde les avisaban 15 días antes? ¿Habrán tenido estos docentes que ser meseros o vendedores para ganarse la vida como inmigrantes en un nuevo entorno y estar además preparados para aprobar cualquier examen que te pongan con 15 días de aviso?
Y ¿qué pasa con la calidad de los exámenes? ¿Quién revisa? Porque ningún examen de revalidación, que yo sepa, es sometido a un control de calidad o fiscalización externa. Según tengo entendido, descontar puntos por respuestas erróneas no está hoy día en boga en educación médica. Me horrorizó saber que el proceso de la Escuela de Tecnología Médica descuenta 0,25 puntos por respuesta incorrecta. Fue interesante también ver a otra profesora proyectar sus objetivos de logro para las preguntas de su área de expertise del examen. Si me está leyendo, le recomiendo que evite usar el verbo “comprender” en la redacción de cualquier objetivo o indicador de logro por la dificultad que representa crear un instrumento que logre medir el objetivo de “comprender” algo en concreto. Intente usar otros verbos, como por ejemplo: indicar, definir, reconocer. Varios docentes dijeron, repetidas veces, durante esa reunión que no era la intención que al postulante le fuera mal y reprobase, pero, como he dicho en otras oportunidades, la vida no está hecha de intenciones y es evidente que acá el proceso de revalidación está viciado. También me enteré en esta misma reunión que aparentemente la Escuela de Tecnología Médica estaba citada a Prorrectoría en la casa central de la universidad, ese mismo mes de septiembre, para actualizarse en temas de revalidación. ¿Será que la universidad está poniendo orden en casa? Ver para creer. EPI
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